En nuestro país, el discurso hegemónico en educación se basa en los aspectos ideológicos más regresivos y utilitarios del neoliberalismo, ubicando a la educación al servicio del mercado.

Para esta concepción educativa: el pensamiento crítico, la rigurosidad epistemológica, la reflexión filosófica, la conciencia histórica, el análisis crítico de las instituciones y corrientes pedagógicas, el análisis de los fenómenos culturales, el análisis del discurso, la creación literaria y muchos otros desarrollos disciplinares, son “lujos intelectuales” a los que deberían acceder solo unos pocos, o en todo caso, temas de posgrados, en los que una “Universidad Productiva” no debería invertir como actualmente lo hace.

Preguntan con falsa ingenuidad: ¿Para qué sirven las Humanidades? Los señores necesitan sirvientes y los mecenas, intelectuales obsecuentes.

Para estos señores la Facultad de Humanidades no solo no es “productiva”, sino que además implica la generación de un clima cultural que no hace otra cosa que “poner palos en la rueda del progreso".

En varias licenciaturas la “producción de egresados” no guarda razonable relación con el número de alumnos, y además quienes egresan no desempeñan “el rol social” que los señores requieren, tanto así que los tienen que importar.

Es por eso que en el Proyecto de nueva Ley Orgánica de la Universidad, que había redactado el ex rector Arocena, se eliminaba la presencia de nuestra Facultad en el Consejo Directivo Central. En la dirección universitaria que quieren los neoliberales no hay lugar para el pensamiento crítico y las Humanidades; allí solamente puede haber un pensamiento único y “fin de la historia”.

Tienen una concepción aristocrática de la Universidad y consideran una dilapidación de recursos que las/os trabajadoras/es puedan estudiar en las licenciaturas y tecnicaturas que integran la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, porque en su concepción el Estado solo debería invertir recursos en Enseñanza Universitaria hacia quienes disponen del tiempo necesario para “recorrer” las “carreras” universitarias en los plazos establecidos por los planes de estudio.

Según concluyeron los obsecuentes funcionarios del Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo, Espacio Europeo de Educación Superior, etc., este tipo de instituciones —como la nuestra— son económicamente deficitarias y políticamente inconvenientes. Lamentablemente no faltan aspirantes a obsecuentes profesionales que se han trazado un claro objetivo: Liquidar la Facultad de Humanidades.

El derecho de los trabajadores a estudiar Humanidades; la libertad de tendencias, la Autonomía, el Cogobierno y la Gratuidad de la enseñanza universitaria, consagradas en la Ley Orgánica de 1958, conquistada con la lucha unitaria de OBRERAS/OS Y ESTUDIANTES; esta Facultad, fundada por Carlos Vaz Ferreira, transformada por Blanca Paris, Mario Otero y defendida por los mártires caídos en la lucha contra la dictadura fascista, son los pilares que impulsan nuestra militancia universitaria.


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